miércoles, 16 de octubre de 2013

Retórica II

   La clave de la victoria en toda discusión se encuentra en el ajedrez: quien gusta de jugar al ajedrez, lo practica con frecuencia, y lo entiende, entenderá que no se puede derrotar a la otra persona hasta que no se han comido la mayoría de sus piezas o se han inmovilizado. Todo aquel que pueda dar un mate sin seguir tal proceso será porque se encontraba en condiciones claramente superiores o ante un adversario poco experimentado:
   Suele darse el caso de que quien empieza las peleas sin valorar las aptitudes de su adversario sale perdiendo, con lo cual hace falta elegir bien al oponente, y preparar las jugadas antes de atacar.
   Una vez que la partida ha empezado, ambos disponemos de una sólida barrera de peones que conformarán nuestros primeros argumentos, y tras estos, todas las ideas que habremos desarrollado como “armas secretas” para la disputa. Quien no haya preparado sus jugadas maestras empieza la partida con una clara desventaja.
   Tanto si movemos nosotros primero como si mueve el otro, hay que estar atentos a sus palabras ya que pueden orientar la discusión por un camino o por otro.  Recela de tu adversario si en su primera jugada solo mueve al peón una casilla, pues o está preparando una jugada mayor o no tiene los argumentos necesarios para hacerte frente. Continúa con los movimientos de peones (tanteoo) hasta que se te agoten y entonces, empieza la batalla.
   Sistemáticamente, y una vez todos los argumentos están expuestos, empieza a rebatirlos uno por uno, de forma razonada, para que tu victoria sea doblemente aplastante, y si hazlo de forma correcta, pues así desproveerás a tu adversario de todos sus argumentos. Entonces, si es medianamente inteligente y quiere luchar un poco más por conservar su orgullo y su opinión, sacará sus armas secretas.
   Espera, se paciente, y mientras vas dejando a tu adversario confiarse, rebatiendo con sus alfiles, caballos y torres a cada uno de los peones que te queden, prepara una respuesta rápida, tajante y tan certera como te sea posible. Pero antes de eso, asegúrate de que las jugadas maestras de tus adversario de verdad son superiores a tus peones, pues hay argumentos que puede usar que serán tachables de “subjetivos, ficticios o suposiciones” lo que sería motivo suficiente para invertir la jugada y comer
te con un peón a una de sus piezas de prestigio.
   Si hasta ahora lo has hecho bien ya te quedará poco para la victoria, quizás conserves uno o dos peones, alguna jugada maestra que no habrás usado todavía, la dama y el rey, frente a la dama y el rey que conservará tu enemigo.
   Ataca con todo, no importa cuánto pierdas en el asalto, pero el golpe final a la dama debe de ser aplastante, pues determinará la magnitud de tu victoria, sin piedad, y no des a tu adversario la posibilidad de defenderse, rebate de antemano cualquier última defensa que pueda hacer.
 -Una vez que tu adversario se ha quedado solo, y que todas las piezas están comidas, hay dos maneras de acabar una discusión, dejando al rey solo, desamparado, sin más argumentos que utilizar y de sobra humillado, o recalcando tu victoria dando un jaque mate en un ataque final que derribará completamente al enemigo. Un ataque tan simple como “¿lo ves?” que evidenciará en público la derrota de tu enemigo y resultará para él mucho más humillante, aunque dará por terminada la partida de modo que cuando tu adversario desee podrá exigir una revancha, hecho que no puede suceder de ningún modo si, como dice la anterior alternativa, se deja al rey en tablas eternas.

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