La clave de la victoria en toda discusión se encuentra en el
ajedrez: quien gusta de jugar al ajedrez, lo practica con frecuencia, y lo
entiende, entenderá que no se puede derrotar a la otra persona hasta que no se
han comido la mayoría de sus piezas o se han inmovilizado. Todo aquel que pueda
dar un mate sin seguir tal proceso será porque se encontraba en condiciones
claramente superiores o ante un adversario poco experimentado:
Suele
darse el caso de que quien empieza las peleas sin valorar las aptitudes de su
adversario sale perdiendo, con lo cual hace falta elegir bien al oponente, y
preparar las jugadas antes de atacar.
Una
vez que la partida ha empezado, ambos disponemos de una sólida barrera de
peones que conformarán nuestros primeros argumentos, y tras estos, todas las
ideas que habremos desarrollado como “armas secretas” para la disputa. Quien no
haya preparado sus jugadas maestras empieza la partida con una clara desventaja.
Tanto
si movemos nosotros primero como si mueve el otro, hay que estar atentos a sus
palabras ya que pueden orientar la discusión por un camino o por otro. Recela de tu adversario si en su primera
jugada solo mueve al peón una casilla, pues o está preparando una jugada mayor
o no tiene los argumentos necesarios para hacerte frente. Continúa con los
movimientos de peones (tanteoo) hasta que se te agoten y entonces, empieza la batalla.
Sistemáticamente,
y una vez todos los argumentos están expuestos, empieza a rebatirlos uno por
uno, de forma razonada, para que tu victoria sea doblemente aplastante, y si hazlo
de forma correcta, pues así desproveerás a tu adversario de todos sus
argumentos. Entonces, si es medianamente inteligente y quiere luchar un poco
más por conservar su orgullo y su opinión, sacará sus armas secretas.
Espera,
se paciente, y mientras vas dejando a tu adversario confiarse, rebatiendo con
sus alfiles, caballos y torres a cada uno de los peones que te queden, prepara
una respuesta rápida, tajante y tan certera como te sea posible. Pero antes de
eso, asegúrate de que las jugadas maestras de tus adversario de verdad son
superiores a tus peones, pues hay argumentos que puede usar que serán tachables
de “subjetivos, ficticios o suposiciones” lo que sería motivo suficiente para
invertir la jugada y comer
te con un peón a una de sus piezas de prestigio.
Si hasta ahora lo has
hecho bien ya te quedará poco para la victoria, quizás conserves uno o dos
peones, alguna jugada maestra que no habrás usado todavía, la dama y el rey,
frente a la dama y el rey que conservará tu enemigo.
Ataca
con todo, no importa cuánto pierdas en el asalto, pero el golpe final a la dama
debe de ser aplastante, pues determinará la magnitud de tu victoria, sin
piedad, y no des a tu adversario la posibilidad de defenderse, rebate de
antemano cualquier última defensa que pueda hacer.
-Una vez que tu adversario se ha
quedado solo, y que todas las piezas están comidas, hay dos maneras de acabar
una discusión, dejando al rey solo, desamparado, sin más argumentos que
utilizar y de sobra humillado, o recalcando tu victoria dando un jaque mate en
un ataque final que derribará completamente al enemigo. Un ataque tan simple
como “¿lo ves?” que evidenciará en público la derrota de tu enemigo y resultará
para él mucho más humillante, aunque dará por terminada la partida de modo que cuando tu adversario desee podrá exigir una revancha, hecho que no puede suceder de ningún modo si, como dice la anterior alternativa, se deja al rey en tablas eternas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario