martes, 4 de junio de 2013

La Influencia

Como todo en esta vida, se nos presentan dos extremos: tener demasiada personalidad y ser intransigente a lo que los demás opinan, y llevarnos por las tendencias como un barco a la deriva. Respecto a la no-influencia, opino que más vale que sobre que no que falte. Pero todo tiene un límite:
     "Podría decirse que cada persona es, ya que he puesto el ejemplo antes, un barco. Durante su infancia, el barco permanece en el puerto, donde va cargándose de influencias que vienen de sus padres, sus amigos, sus profesores... y que determinan, a la hora de zarpar, el tipo de barco que es: puede ser un barco encargado de llevar el bien a los demás, o de lograr el éxito el solo, puede o no pertenecer a una flota... Una vez que el barco zarpa, en el proceso de cambio entre la infancia y la madurez (la adolescencia) los marineros van organizando todo lo que se ha cargado en las bodegas, y deciden qué influencias son aceptadas y cuales se tiran al mar, a la vez que, en la proximidad de tierra firme, otros barcos que acaban de zarpar, otros adolescentes, pueden intercambiar con él opiniones e influencias, que también serán organizadas según se disponga."
      Hasta aquí la etapa de aprendizaje de cada uno. Ahora llega la madurez. Cuando ya lo hemos asimilado todo (en algunos casos puede darse el caso de que ya se asimile todo en la adolescencia) normalmente tendemos a cerrarnos a las nuevas influencias, y a transmitir las que ya tenemos. Sin embargo éste es el extremo al que no conviene llegar. Lo mejor es conservar nuestras propias influencias, sabiendo además que más allá de nuestros barcos existen otras influencias distintas, pero además, enriqueciéndonos con ellas. Nunca es tarde para sacar de la bodega aquella vieja caja de influencias si consideramos que una caja nueva, con ideas nuevas, puede sernos más útil en el lugar hacia
el que vamos todos: la sociedad.

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